“Aquí estaremos mientras esté el palo de la bandera”
Hace un año, en una abarrotada iglesia de San Francisco, una jovencísima María Albarracín terminaba con esa frase el primer pregón de juventud de la Semana Santa de Lorca. Una frase grabada a fuego generación tras generación en su familia y que a ella le ha enseñado su abuelo Gregorio, flamante Mayordomo de Honor de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Como suele decirse, “el movimiento se demuestra andando” y en eso a Gregorio Albarracín no hay quien le gane, siendo un ejemplo de esfuerzo, trabajo y sacrificio, pero sobre todo de azulismo, para todos los que le rodean. Nieto, hijo, padre y abuelo de grandes azules, ha sabido inculcar unos valores excepcionales a todos los que le rodean. A sus 62 años ha hecho todo lo imaginable y procesionado incontables veces con el Paso Azul: “empecé siendo un mico haciendo recados, limpiando cascos y armaduras. En aquella época éramos menos y todos teníamos que hacer de todo. En cuanto a la procesión, solo me ha faltado salir de manola… y a caballo. Esa ha sido siempre mi gran ilusión, pero nunca se han dado las condiciones adecuadas”.
Su hábitat natural es la arena de la carrera, donde lleva participando de una forma u otra prácticamente desde que nació, destacando especialmente como mayordomo. La primera vez que tomó responsabilidad a la hora de desfilar fue para acompañar a su hermana, que encarnaba a Flavia Domicia. Desde entonces, hasta ahora. En este sentido destaca la figura de D. Carlos Pinilla, que siempre apostó por él: “siendo Juan Carlos Peñarrubia Presidente, Carlos Pinilla, secretario del Paso en aquel momento dijo en una reunión de la Junta directiva refiriéndose a mí: “a este, aunque no haya, tienes que darle túnica, porque este sí que es mayordomo del Paso Azul”. En ese momento no me podía creer que un azul de ese calibre se refiriera a mí de esa forma”.
También recuerda con especial cariño cuando su hermano Juan Francisco y él estuvieron a punto de desfilar en camella en Semana Santa: “éramos muy pequeños. Íbamos montados en uno de los dos animales que vinieron, y antes de salir la de detrás se comió las magdalenas que llevábamos para merendar”. Finalmente por imprevistos en el desfile no llegaron a salir, pero él lo recuerda como si fuera ayer. También se acuerda del año que se decidió intentar que desde los palcos no le tiraran habas al Nerón. El resultado no fue muy halagüeño.
Hablar con él de la evolución tanto del Paso Azul como de la Semana Santa de Lorca es algo que todos los procesionistas de nuestra ciudad deberían hacer una vez en la vida. Resulta imposible no aprender algo. “Ahora no hay guerra, antes se formaban auténticas batallas campales”.
Entró a formar parte de la Junta Directiva durante la presidencia de Cristóbal Alcolea como vocal, y con la llegada de José Antonio Ruiz a la presidencia se incorporó al Consejo Asesor: “hay que dejar paso a los jóvenes con ilusión y ganas de trabajar. El cargo no es importante”. Especialmente ligado al mundo del caballo, durante muchos años ha recorrido España entera buscando los mejores caballos para el Paso Azul y a su vez recogiendo anécdotas que podrían llenar varios libros.
Pocas personas habrán trabajado tanto por la Hermandad de Labradores como Gregorio Albarracín Martínez que, junto a su padre, D. Domingo Albarracín, se han convertido en la primera pareja padre-hijo en recibir el mayor galardón del que dispone el Paso Azul. Enhorabuena Gregorio y… ¡manivela!
“Para mí es como un hermano, siempre ha estado, cuando lo he necesitado y cuando no” – José María Miñarro, Presidente del Paso Azul
“Gregorio tiene algo especial: cuando dice algo, siempre es lo adecuado, lo que hay que hacer para que todo salga bien” – Miguel Comas, Vicepresidente de Carros
“No he tenido la suerte de trabajar a su lado, pero sí con sus hijos, y viendo lo que han aprendido queda claro su valía como azul y como persona” – Alfonso Trapero, Vicepresidente de la Casa del Paso
“Salir con él de mayordomo es un seguro de vida” – Jesús López, Vicepresidente de Mayordomía
Artículo extraído del XXVIII número de la revista AZUL.
Ideada en 1945 por D. Pedro Martínez Guijarro, supuso un éxito sin parangón para el Paso Azul y un punto de inflexión para los desfiles de nuestra ciudad. Según contaba el mismo Pedro, la idea de sacar un tiro de cuatro caballos al galope por la carrera surgió cuando se encontraba en Madrid haciendo el servicio militar. Encontrándose en la capital, acudió al cine a ver una película de aventuras con tintes fantásticos titulada «La corona de hierro«. Al poco tiempo volvió a Lorca y le planteó la idea a D. Juan Mouliaá, Presidente de la Hermandad de Labradores por aquel entonces, que accedió con la condición de ver una primera prueba de la que ni el propio padre de Martínez sabía nada.
A partir de ese momento, y en el mayor de los secretos, empezaron a prepararlo todo. A diferencia de hoy día, decidió hacer un solo «tirón» y, al llegar al final de la calle Corredera, empezó a recorrerla marcha atrás hasta llegar al principio de la misma. «Sucedió algo tan insólito que aún hoy día me emociona recordar. Y fue que al mirar a los palcos vi que me estaban aplaudiendo todos, los blancos y los azules», relataba el protagonista en un texto para la revista Cortejo de 1973 y recuperado en un número especial de AZUL publicado en 1990.
El interior de la Iglesia de San Francisco, sede de la Hermandad de Labradores, Paso Azul, construida en el siglo XVII, es de reconocido estilo Barroco. El Barroco abarca cronológicamente los siglos XVII y XVIII, surgiendo en Italia durante el periodo conocido como Seicento.
Naturalmente, cada periodo histórico está determinado por una serie de elementos o estilos que lo hacen reconocible y catalogable dentro de la historia del arte. El Barroco se caracteriza por el movimiento en sus formas, algo que venía siendo una necesidad en aquel tiempo, pues era vital romper con las líneas clasicistas impuestas desde el renacimiento. Por ello, esta nueva etapa artística estaría dominada por la libertad para la composición, la suntuosidad y por la preponderancia de la ornamentación.
Uno de los elementos más característicos de la arquitectura barroca es la columna salomónica, también denominada torsa o entorchada.
La columna salomónica comienza en una basa y termina en un capitel, como la columna clásica, pero el fuste tiene un desarrollo retorcido de forma helicoidal que da comúnmente seis vueltas y que produce un efecto de movimiento, fuerza y dramatismo. El nombre de columna salomónica se debe a la denominación dada por los arquitectos barrocos al diseño desarrollado a partir de la descripción que se hace en la Biblia de las columnas del templo del rey Salomón en Jerusalén. El relato que les dio origen comienza cuando, según la tradición cristiana, en el año 2453 a.C, Dios llamó a Moisés a la cumbre del monte y le ordenó lo siguiente: “Y me fabricarán un Santuario y habitaré en medio de ellos. Lo fabricareis conforme en todo al diseño del Tabernáculo que te mostraré ahora mismo”. Jaquin y Boaz fue el nombre dado a los dos pilares que se encontraban en el pórtico del templo.
Otras hipótesis afirman que este tipo de fuste quizás evolucionó del estilo utilizado en la columna de Trajano en Roma, la cual poseía un fuste ornamentado por un bajorrelieve a través de una banda continua de forma espiral, que conmemora las victorias de Trajano frente a los dacios.
Este tipo de columnas, también las podemos encontrar en el baldaquino de la Basílica de San Pedro, diseñado por Bernini. Para su concepción y diseño se retrae hasta la antigua Basílica de San Pedro, la cual había tenido doce columnas salomónicas formando una pantalla ante al altar, traídas de Grecia por el emperador Constantino I en el siglo II, relacionando su procedencia directamente del templo de Salomón.
Como vemos, las referencias al templo de salomón son constantes. La iglesia de San Francisco, sede de la Hermandad de Labradores, Paso Azul, alberga en el testero, el retablo mayor, obra del lorquino Ginés López entre 1693-1694.
Este retablo destaca por la presencia y el protagonismo de grandes columnas salomónicas en el cuerpo principal del retablo, dividiendo en tres calles el primer cuerpo, además de articular y ordenar la composición. El remate superior, o ático, está estructurado por dos columnas helicoidales.
En el mismo año que Ginés López, recibe el encargo y realiza el retablo mayor de la Iglesia de San Francisco, tiene lugar la finalización de la fachada del Palacio Guevara, y si ponemos atención a ambas obras, el trazo de las mismas es muy similar, por lo que no sería descabellado pensar que ambas ejecuciones siguiesen un mismo diseño.
Lo que sabemos con certeza es que el retablo mayor, ejecutado por Ginés López junto con el resto de retablos del crucero atribuidos a Jerónimo Caballero y los de Manuel Caro, constituyen un conjunto artístico de primer orden.
Por lo tanto, la Iglesia de San Francisco, alberga columnas salomónicas, que no solo es un elemento propio del barroco, sino que en la tradición cristiana, simbolizan el más perfecto y sagrado de los diseños.
Bibliografía:
– FERNÁNDEZ GARCÍA FRNÁNDEZ. 2002. Cristóbal de Medina Vargas y la arquitectura salomónica en la Nueva España durante el siglo XVII.
– SEGADO BRAVO, Pedro. 2012. “Lorca Barroca” Ed edit.um.
– MUÑOZ CLARES, Manuel.:“Clavis 8”. Historia arquitectónica del Convento de San Francisco de la Puerta de Nogalte.
– Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Uno de los principales elementos que conforman la Semana Santa de Lorca es la conocida como ‘Carrera’, es decir: el recorrido que seguirán los pasos y cofradías a la hora de desarrollar su desfile. Como casi todos las partes que conforman la Semana Santa de Lorca, desde sus inicios ha evolucionado en gran medida y hoy queremos hacer un breve repaso de las calles por las que han figurado en el recorrido a lo largo de los años.
2ªmitad del s. XVIII – 1891
San Patricio – C/ Corredera – Puerta de la Palma – San Patricio
El Viernes Santo por la mañana se ampliaba el recorrido al volver a San Patricio por la Plaza del Ibreño y la Calle Cava haciendo la entrada a la Plaza de España por el Arco de los Abades.
En esta época aparecen los grupos que posteriormente darían lugar a los que posteriormente configurarán la Semana Santa de Lorca, como por ejemplo, la Calle de la Amargura y algunas caballerías.
1891 – Años 20 del s. XX
Santo Domingo, C/ Juan de Toledo, Plaza del Ibreño, C/ Cava, Plaza de España, C/ Selgas, C/ Fernando el Santo, C/ Alonso el Sabio, puerta de Nogalte, C/ Corredera, Posada Herrera, C/ Lope Gisbert, Don Juan Prim, C/ Corredera, Santo Domingo
Estas calles serán testigo de la época dorada del bordado lorquino iniciada por D. Francisco Cayuela.
En estos años aparecen y se desarrollan algunos de los grupos bíblicos más característicos del modelo procesional lorquino como Moisés, el Triunfo del Cristianismo o Débora.
Años 20 del s. XX – 1956
Santo Domingo, C/ Lope Gisbert, C/ Príncipe Alfonso, San Francisco, puerta de Nogalte, C/ Corredera, Puerta de la Palma, Santo Domingo
Se suprime el paso por la Plaza de España y en la Calle Corredera se instalan plataformas de madera con sillas encima para ver los desfiles.
En 1945 aparece el grupo de las cuádrigas de la mano del Paso Azul y D. Pedro Martínez Guijarro.
1956 – Actualidad
C/ Lope Gisbert, C/ Príncipe Alfonso, Plaza de Colón, C/ Serrallo, Avda. Juan Carlos I, Floridablanca
Se suprime el paso la Calle Corredera trasladándose a la actual Avenida Juan Carlos I. Cabe destacar que el mencionado itinerario ha experimentado diferentes ampliaciones hasta quedar como lo conocemos hoy en día. Además, las tribunas también han evolucionado de las anteriores de madera a las actuales de acero con asientos de plástico.
Entre otras cosas, este cambio se produce debido al cada vez mayor tamaño de las carrozas.
Bibliografía:
-“Cofradías y Hermandades Pasionarias en Lorca” Editora Regional de Murcia, MUNUERA RICO, Domingo.
- Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Texto: Adrián Páez y Daniel Navarro. Edición: Daniel Navarro.
El pasado mes de diciembre la ciudad de Lorca en general y los azules en particular se estremecían ante una inesperada noticia: había fallecido Serafín Piñeiro. Aquí quedaron su familia y amigos, desconsolados por la insospechada pérdida. Antiguo profesor de Educación Física y apasionado de la Semana Santa de Lorca como pocos, a partir de ahora engrosará, de forma póstuma y totalmente merecida, las filas de la Mayordomía Honorífica de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Azul apasionado, incansable, formó parte de diversas Juntas Directivas a lo largo de los años, estando especialmente ligado al mundo del caballo. Procesionó como figurante egipcio, palafrenero y nazareno. Fue uno de los primeros lorquinos en salir como jineteetíope en la concepción actual del grupo —volteando y sin montura— y participó como portapasos de la Virgen de los Dolores en la procesión del Santo Entierro con Castillo Navarro como presidente.
También puso en escena durante años las cuádrigas, fue auriga como Domiciano o Tiberio y estrenó carro y manto deMoisés, y en los últimos tiempos acompañaba al Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil, que escolta a Nuestra Madre la Santísima Virgen de los Dolores durante la procesión de Viernes de Dolores.
Además, impulsó la renovación de los carros de las antiguas cuadrigas y propició la adquisición por parte de la Hermandad de guarniciones para los carros del Paso Azul, ya que en esa época se tenían que contratar por un lado los animales y por otro los arreos. Dicha guarnicionería de cuero fue renovada años después también a instancia suya por otra de material moderno, más seguro y fuerte.
En definitiva, una pérdida irreparable de una persona con una trayectoria intachable, que deja impreso su nombre con letras de oro en la historia de la Semana Santa de Lorca y al que el Paso Azul rinde homenaje concediéndole uno de los mayores honores de la cofradía.
El jueves 26 de marzo de 1942llegaba a la Ciudad del Sol la nueva talla de la Virgen de los Dolores realizada por José Capuz, una obra de arte que hoy día nos sigue emocionando. Es más que probable que en aquellas fechas ese fuera el tema principal en las conversaciones de los lorquinos, pero no hemos de olvidar que fuera del particular universo conformado por Lorca y su Semana Santa el mundo no se detuvo. Por ello, en el Blog Oficial del Paso Azul nos hemos puesto manos a la obra para intentar poner en contexto la mencionada llegada, de la que dentro de poco se cumplirán 75 años.
A nivel internacional, en marzo del susodicho año la Segunda Guerra Mundial se encuentra en una de sus fases más crudas, alcanzando la Alemania Nazi su máxima extensión. En el frente soviético-alemán continuaban los combates encarnizados y ninguna de las partes estaba dispuesta a rendirse. Mientras, los japoneses prosiguen su ofensiva contra los Aliados. Ese mismo día en Polonia comienzan las deportaciones de judíos al campo de concentración de Auschwitz.
En España aún son muy notables los efectos de la Guerra Civil finalizada pocos años atrás. El régimen franquista intenta devolver la normalidad a la nación entre cartillas de racionamiento y pobreza generalizada. Además, se continúa con la política de «no intervención» en la contienda mundial que asola gran parte del planeta. Durante esa jornada el nuevo Primado del Papa llegó a nuestro país desde el Vaticano.
En definitiva, la llegada de la Virgen de los Dolores supuso para Lorca un rayo de esperanza en un mundo sumido en la oscuridad, una promesa de que algo mejor estaba por llegar. ¡Por cierto!, en 1942 el Viernes de Dolores se celebró el 27 de marzo, seguro que no fue casualidad…
Con el paso de los años, la Serenata se ha convertido en una de las celebraciones más importantes dentro del Paso Azul y de la ciudad de Lorca en general. Por ello en el Blog Oficial del Paso Azul hemos querido hacer un breve repaso a la historia de esta original y emotiva celebración. El motivo por el cual se comienza con esta tradición es muy sencillo: felicitar a la Madre Azul en el mismo momento en que comienza el día de su onomástica, es decir, las 00:00 del Viernes de Dolores. No obstante, existe cierta confusión en cuanto a la fecha de origen de esta manifestación.
En este sentido, se cree que el año de inicio de esta hermosa tradición fue 1944, sin embargo, hasta la década de los 50 no existen pruebas fehacientes de su celebración. En esta época la Banda Municipal acudía a San Francisco a tocar las caretas mientras los azules vitoreaban a su titular. Es en esas fechas en que, debido a problemas económicos, no se celebran procesiones en la ciudad y la mencionada banda deja de acudir a la cita. En este momento D. Andrés «Lamadre», quien fuera conserje del Paso, congrega a un grupo de jóvenes y crea una rondalla que, al son de guitarras y laúdes, suple de manera excepcional a la mencionada banda. A los pocos minutos de concierto las puertas del templo se abrían y el gentío llenaba la iglesia de San Francisco en una explosión de alegría y regocijo por ver a la «Doloricas».
Al poco tiempo se produce un gran cambio, pues se decide que la puerta del templo permanecerá cerrada y desaparece la rondalla, aunque el pueblo azul sigue acudiendo fiel a su cita. Más adelante, a finales de los años 80, bajo la presidencia de D. Juan Carlos Peñarrubia, se decide volver a abrir las puertas y además, que la Virgen salga a recibir el cariño de sus azules al son de «Las Caretas» interpretadas por la Banda Municipal. Esta decisión se mantiene hasta nuestros días.
Además cabe destacar que en los últimos años la A.M. Mater Dolorosa y la Banda Romana realizan un pequeño pasacalles antes del acto y, tras la recogida de la Virgen en el Templo, tiene lugar una marcha en la que de nuevo participan las bandas del Paso, las banderas, los directivos y el pueblo azul, que se dirigen a depositar las banderas en los domicilios de destacados azules en que lucirán el Viernes de Dolores hasta el momento de su recogida previa al inicio de la procesión.
En definitiva, una noche alegre y bulliciosa en la que de una manera u otra los azules acuden a ver a su Virgen, que los recibe con sus mejores galas y atuendos para celebrar juntos la llegada de una nueva Semana Santa que, como no podría ser de otra manera, llega ataviada de azul.
Daniel Navarro Gómez
Bibliografía:
– GIMENO CASTELLAR, Joaquín.: «Apuntes para una historia del Paso Azul 1961-1967», Paso Azul (2003).
– PÉREZ SERRAHIMA, Pascual.: «Apuntes Azules. Una visión diferente del Paso Azul», Paso Azul (2016).
La elección de este color tiene dos causas principales: por un lado hace referencia inequívoca a laorden franciscana, ya que la hermandad está íntimamente ligada a dicha orden y al Dogma de la Purísima Concepción predicado por los franciscanos. Por otra parte, durante el siglo XVIII los franciscanos españoles vestían hábito «ceniciento o azul«, hecho que también podría haber motivado la elección del mencionado color. Cabe destacar que, si bien es verdad que el hábito conocido de la orden franciscana es pardo o marrón, no es hasta finales del siglo XIX cuando este se impone a toda la orden de manera obligatoria.
Además, vemos cómo se elige el azul por su significado mariano en contraposición a los puramente pasionarios (morado, rojo y negro), ya que, en origen, nuestra hermandad surge en el entorno de la archicofradía de la Santa Vera Cruz y Sangre de Cristo como encargada del culto a la Virgen de los Dolores.
Según parece estas son las principales razones que llevaron a la elección definitiva del color azul como una de nuestras señas de identidad cuando, a mediados del siglo XIX, se decide reactivar la Hermandad de Labradores.
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Bibliografía:
– Munuera Rico, Domingo.: “Blancos, azules y el cortejo bíblico-pasional de Lorca».
En esta publicación analizaremos las figuras de Juan Rodríguez y Juan Garzón y cómo intervinieron en el desarrollo constructivo de San Francisco.
El contrato que el 16 de Agosto de 1638 firmaba la comunidad con dos artífices locales, dado a conocer por Segado en su obra ya citada, y que en las partes que nos interesan es como sigue:
En la ciudad de Lorca… estando en el convento de señor San Francisco de esta ciudad el padre guardián y demás frailes de él habiéndose juntado y congregado a son de campana tañida para tratar y conferir cosas tocantes a dicho convento… de la una parte, y de la otra Juan Garzónpiedrapiquero y Juan Rodríguezalbañil vecinos de esta ciudad y maestros de dichos oficios dijeron que por cuanto todos estos otorgantes tienen tratado de proseguir y acabar de hacer la obra de la iglesia del dicho convento y para que conste las condiciones que tienen tratado las declaran y son las siguientes:
Primeramente se tienen de levantar y proseguir conforme van erigidas de piedra labra friso y cornisa que corra por toda la iglesia.
Y es condición que se han de hacer y cerrar los tres arcos torales que corresponden a las tres pilastras de piedra labradas y en cada capilla de arco a arco se han de hacer sus formaletes de piedra labrada donde siente y descanse la bóveda.
Item que se tiene de hacer y proseguir la fachada de la parte de la puerta de la iglesia reparando el friso y cornisa en que fuere menester prosiguiendo la fachada conforme a la traza que está dada.
Es también condición que ha de correr cornisa de piedra labrada por lo alto de la iglesia por la parte de afuera alrededor del tejado.
Es condición que en la última capilla que hace esquina a las dos calles se ha de hacer torre, desbaratando lo que hoy está hecho sacándole cimientos bastantes conforme a el arte levantándola hasta el vuelo del coro de seis palmos de grueso de pared y de allí arriba encogiéndola lo que convenga y formando la escalera o caracol de allí para arriba.
Juan Rodríguez maestro de albañilería se obliga por su parte a hacer lo que toca a mampostería, sentar ladrillo, enlucidos, bóvedas y toda obra de yeso y tejados dándole el convento como dicho es en las condiciones de arriba y asiento con el dicho Juan Garzón los materiales y demás materiales y menesteres para la obra de modo que toda la manufactura ha de poner solamente.
Casi todas las cláusulas de este contrato merecen un comentario, pero antes es conveniente aclarar la competencia profesional de los maestros contratados:
De Juan Rodríguez el propio contrato nos informa sobre lo que era capaz de hacer: mampostería, sentar ladrillo, enlucidos,bóvedas y toda obra de yeso y tejados. Su cualificación profesional hizo que se le encomendaran por estos años los reparos que precisaba la torre de Águilas y la reconstrucción del granero del Monte de Piedad.
Con respecto a Garzón, al que se le llama piedrapiquero, sus cualidades como cantero quedan fuera de toda duda por lo que de él dice Espín. Pero el perfil de este artista va surgiendo poco a poco, estando ampliamente documentada su actividad en Lorca.
Tres obras más de Garzón son conocidas en Lorca: la reflejada en el contrato de 1638 que acabamos de ver; la construcción de un puente en ese mismo año, por el que el cantero hubo de responder al ser arrastrado por una riada al año de su construcción; y la del muro norte de la Colegiata de San Patricio en 1649, que ocasionó problemas al cantero al pleitear el Concejo con el cabildo colegial.
En 1655 concluía las obras que se le encomendaron en la ermita de la Soledad de Caravaca, y en ese mismo año contrataba la finalización de la portada de la parroquial de El Salvador de la misma localidad, labrando el cuerpo superior de esa obra renacentista, la cornisa y sobre ella una galería con cuatro arcos a semejanza de los que ya había hechos.
En 1659 se asentó como escultor en Sevilla. En 1665 aparece en un documento diciéndose él mismo maestro arquitecto. Parece que fue hijo suyo Juan Francisco Garzón, aprendiz de pintor con Francisco de Meneses Osorio. De todo lo visto y por la obra conservada, se desprende que Juan Garzón era capaz de planificar y labrar en piedra y con suficiencia cualquier trabajo que de él se requiriera.
Destacan en el contrato de 1638 algunas de las clausulas: Lo primero que sorprende son las palabras proseguir y acabar de hacer las obras de la iglesia que figuran en el encabezamiento, sugiriendo una continuidad en el trabajo de quienes lo podrían haber iniciado, llevando por la parte alta de la iglesia friso y cornisa corridos.
El término proseguir vuelve a utilizarse en la tercera condición, en la que se aborda la terminación de la fachada, especificando que se habría de reparar friso y cornisa donde fuere menester, y todo ajustado a la traza dada.
Mucho más interesante es la cláusula siguiente referida a la construcción de nueva torre. Habría de desbaratarse lo hecho —aquel viejo campanario para el que se fundieron campanas en 1607 —, hacer nuevos cimientos y elevarla con una pared de seis palmos de grueso hasta alcanzar lo alto del coro, encogiendo la pared lo que conviniese en los cuerpos siguientes. Se dice que el modo de acceso, una vez salvado el primer cuerpo, sería mediante escalera o caracol.
Ningún documento salvo el de 1638, da cuenta precisa de los elementos que integran la portada y las diferencias estéticas en la talla del segundo cuerpo advertidas, en donde la escultura de la Inmaculada, inserta en una pequeña hornacina, remite a modelos granadinos de primeras décadas del siglo XVII difundidos por el taller de los Mena; además el propio Garzón, por ejemplo, termina la fachada renacentista de El Salvador de Caravaca, de mediados del siglo XVI, años después de su participación en la de San Francisco de Lorca.
Cuando en 1638 se contrata con Garzón la terminación de la fachada, se cita una traza que podría justificar que las clausulas pactadas no reflejasen más detalles. Esa justificación se aviene mal con lo que vemos que pasó en 1655 al encargarse el cantero de la terminación de la portada de El Salvador de Caravaca. Allí se recogen todo los detalles de hornacina, escudos y cornisa, mas los arcos superiores, a pesar de que el cantero había presentado un diseño al que se ajustaría la obra. En Lorca sólo se le pedía reparar friso y cornisa donde fuera necesario y continuar la obra conforme a la traza.
Con una interpretación literal del documento, se le estaría pidiendo reparar los desperfectos que había en el coronamiento del segundo cuerpo y seguir hacia arriba con los sillares lisos, haciendo solo la moldura de la ventana, el frontón que la remata y el escudo de la ciudad, elementos que precisaban de pocas explicaciones. También conviene hacer mención de que en el contrato de 1638 se dice que se valoraría la piedra que se hallare labrada y por labrar en el convento, de lo que se puede concluir que quizás escudo, frontón y recerco de la ventana ya estaban tallados y que sólo procedería su asentamiento.
La cornisa que remata el segundo cuerpo de San Francisco es idéntica a la que se aprecia en la base del frontón superior y distinta de la que remata el cuerpo inferior. Esta parte es la que se le pidió a Garzón que reparase y se hizo en consonancia con la cornisa superior. Ese ejemplo no resulta definitivo, pero puede añadir al más convincente de comparar las cartelas y coronas que lucen los escudos de San Francisco —según Segado labrados por Garzón— con aquellos otros que el mismo maestro haría en el segundo cuerpo de la portada de El Salvador en 1655, difieren de tal modo en detalles de diseño y labra que no se pueden tener como hechos por la misma mano. Todo ello conduce a pensar, coincidiendo, que la ejecución de los dos cuerpos de la portada de San Francisco corresponde realmente a los años iniciales del siglo XVII; que en ellos se incorporó un diseño retardatario aunque no muy alejado temporalmente de su modelo más directo —la portada de mediodía de San Patricio—, pero desprovisto ahora de la riqueza decorativa propia del Renacimiento; y que al cantero Juan Garzón se le encomendó acabar la fachada asentando la piedra ya labrada y completando con sillares hasta alcanzar la coronación del tejado. Las obras en la fachada principal del templo se completarían con la culminación de la torre años más tarde.
Bibliografía:
– MUÑOZ CLARES, Manuel.:“Clavis 8”. Historia arquitectónica del Convento de San Francisco de la Puerta de Nogalte,
– SEGADO BRAVO, Pedro.:“Lorca Barroca” Ed edit.um.
– Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Para hablar de los orígenes del Paso Azul es preciso remontarse a mediados del S.XVI (1555), cuando tenemos datada la existencia de la cofradía de la Santa Vera Cruz y Sangre de Cristo, que salía en procesión el Jueves Santo por la noche. Esta se constituyó originalmente en el Convento de frailes predicadores de Nuestra Señora la Virgen de la Piedad, Santo Domingo, donde pasaría cuarenta años (excepto por un breve periodo en San Patricio), tras los cuales y por desavenencias con los dominicos, se desplazó al convento franciscano de la puerta de Nogalte, en cuya iglesia adquirió distintas capillas del lado del Evangelio hasta que, a finales del S.XVII, se instala en la capilla del crucero del mismo lado, donde edificará los retablos de la Vera Cruz y Sangre de Cristo y de la Virgen de las Angustias (posteriormente de los Dolores).
La trayectoria de las cofradías de este tipo va ligada a la devoción de Nuestra Señora de las Angustias, de la Cruz, Soledad de María o Dolores. De esta manera, la cofradía de la Sangre potencia la creación de un paso de nazarenos que se encarga del culto y de sacar en procesión a una imagen con este simbolismo, esta es la Hermandad de las Angustias o de los Labradores que, al menos desde 1640, existe como adyutriz (auxiliar) de la Sangre. Esta se estableció, como cooperante de la Sangre, en el convento de San Francisco donde, en 1658, se levantaría el primer claustro (hoy gruta de la Virgen de Lourdes).
Desde la mitad del S.XVII y en adelante, se reafirma la idea de que esta hermandad se creó para ofrecer ayuda a la cofradía de la Sangre que, desde 1673, ya contaba con tres tronos que desfilaban el Jueves Santo (el Crucificado, la Virgen de los Dolores y la Santa Cena, mediante concordia con la Hermandad del Socorro, que se incorporó este año), y necesitaba colaboración para, además de sacar estas imágenes, engrandecer el cortejo. Durante la primera mitad del S.XVIII, la cofradía de la Sangre alcanza acuerdos de diversa índole con otras cofradías lorquinas (de hermanamiento, participación en distintas procesiones…), logrando una cierta etapa de esplendor de la que también disfruta la Hermandad de Labradores, que en 1756, verá ratificada su existencia mediante bula papal. Así las cosas, la Hermandad de Labradores llega a participar en la procesión más «severa y lujosa» del momento: el Santo Entierro, organizada por la cofradía de la Soledad. También a mediados de este siglo se levanta el segundo claustro del convento (hoy MASS).
Para algunos historiadores, «el siglo de las crisis cofradieras» comienza hacia la mitad del XVIII, extendiéndose durante la primera mitad del siguiente. Esta crisis afecta a la archicofradía de la Sangre hasta tal punto que, a finales del S.XVIII, el propio padre guardián del convento indica que «tengo entendido hay establecida una cofradía que llaman de la Sangre de Cristo, la que no tiene uso, cuyo motivo ignoro». Poco tiempo más tarde, la Sangre escritura un acuerdo para que se turnasen en la organización de su procesión del Jueves Santo la Hermandad de Labradores y la del Cristo del Socorro. En 1796, la Hermandad de Labradores encarga a Manuel Martínez, escultor lorquino, una imagen de vestir de la Virgen de los Dolores que sustituyera a una anterior de la que no se tienen noticias. Esta es la imagen que aparece retratada en el estandarte del Reflejo y que desapareció en agosto de 1936 durante la Guerra Civil. Finalmente, en 1800, la Hermandad de Labradores consigue el derecho de «hacer y presidir la procesión que en la tarde del Viernes de Dolores sale de la iglesia del Convento de San Francisco».
En este periodo es cuando se produce la desamortización que, a diferencia de lo ocurrido a otros bienes de la Iglesia, en el caso del convento de San Francisco no dio lugar a su subasta , sino que se llevó a cabo con la permuta por los hospitales de San Juan de Dios y San Juan Bautista. De esta manera, el convento, con iglesia y huerto incluidos, pasó a ser propiedad de la Junta Municipal de Beneficencia, que se encargaba de administrar las instituciones de este tipo. Así, en 1838, el convento pasa a ser hospital de beneficencia, y la iglesia se utiliza como capilla de este. Es en este momento cuando desaparece la archicofradía de la Vera Cruz y Sangre de Cristo.
Tras esto, será durante los primeros años de la década de los 50 del siglo XIX cuando, durante la revitalización de las procesiones lorquinas, se reactiva la Hermandad de Labradores, esta vez como el ente que a día de hoy conocemos: Hermandad de Labradores, Paso Azul. Así, nuestra hermandad es «heredera» de la archicofradía de la Sangre y, por ende, de la primitiva Hermandad de Labradores, estando establecida en San Francisco y continuando con el legado de estas, por ejemplo, en la procesión del Viernes de Dolores.
Dedicada a Domingo Munuera
Adrián Páez
Bibliografía:
– MUNUERA RICO, D.; MUÑOZ CLARES, M. y SÁNCHEZ ABADÍE, E.; Perspectivas de la Semana Santa de Lorca
– MUNUERA RICO, D.; Blancos, azules y el cortejo bíblico-pasional de Lorca
– MUNUERA RICO, D. y SÁNCHEZ ABADÍE, E.; La capilla privativa de la extinta archicofradía de la Vera Cruz y sangre de Cristo de Lorca (Vid Salvifica, Antigua y Venerable cofradía de la Sangre de Cristo y la Vera Cruz de Calasparra)