Mientras el mundo ya vislumbraba el final de la II Guerra Mundial, en Lorca los azules seguían con su afán de superación y engrandecimiento de la Hermandad, y por lo tanto, de la Semana Santa de Lorca. En el mismo año en que el Paso Azul escribiría una de las historias más emblemáticas de nuestra Semana Santa, se encontró el Diario de Ana Frank, se crea la ONU y se funda la UNESCO en la que hoy nuestros bordados son candidatos a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

 

1. 30 de marzo de 1945
Biga de Vespasiano antes de que este personaje desfilara en cuádriga.

En esa fecha sucedió algo histórico para el Paso Azul y la Semana Santa de Lorca. Por primera vez un carro tirado por cuatro caballos hacía vibrar la antigua carrera. Vespasiano sería el protagonista de aquella hazaña que unió las palabras «azul» y «cuadriga» para el resto de los tiempos.

El culpable de todo fue el joven azul y soldado destacado en Madrid, Pedro Martínez Guijarro. Pidió un mes de permiso y vino a Lorca para convencer al Presidente de la Hermandad por aquel entonces, Don Juan Mouliaa, para que le diera permiso para sacar la primera cuádriga de la historia de nuestra Semana Santa.

Dos días antes de la procesión Pedro realizó una prueba con sus caballos y sin decírselo a sus familiares y amigos para guardar el secreto, esperó el día de su gran hazaña, el Viernes Santo.

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2. Una mujer con historia

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En 1946 no se celebran procesiones, pero al año siguiente, en la procesión del Viernes Santo hace su aparición por primera vez el grupo de la «Dinastía de los Flavios», formando parte de él los Emperadores «Vespasiano, Tito, Domiciano, y Flavia Domicia», todos ellos sobre cuadrigas, siendo esta la primera vez en la historia de las procesiones que una mujer participa como auriga guiando un carro de cuatro caballos.

Formaron dicho grupo D. Pedro Martínez Guijarro, D. Pedro Martínez Aragón, D. Miguel Pinilla Millán y la Sra. Purita Vizcaíno Lozano.

Resulta difícil a los miembros de la Hermandad la encarnación del personaje de Flavia Domicia. Exige condiciones  especiales y un concienzudo entrenamiento. La interpretación, quizá única e inolvidable, correspondió en sus primeros años a la Sra. Purita Vizcaíno Lozano, quien año tras año acudía a la llamada de los azules.

3. Cayuela y Emiliano Rojo, unidos por Vespasiano
Los Emperadores de la Dinastía de los Flavios se fotografían junto a Cleopatra momentos antes de la procesión.
Los Emperadores de la Dinastía de los Flavios se fotografían junto a Cleopatra momentos antes de la procesión.

Los mantos presentes en la fotografía fueron diseñados por D. Emiliano Rojo Martínez, que para el manto de Vespasiano recuperó un bordado de D. Francisco Cayuela representando una moneda con la efigie del propio Emperador, sobre raso de color negro. Para el manto de Tito eligió una lucha de gladiadores sobre raso azul, para Flavia Domicia ideó un manto de raso blanco y sobre el busto en azul rodeado de una greca con motivos florales. Por último, para el manto de Domiciano eligió el raso verde en el cual se bordó en oro y sedas el Dios Apolo situado en un carro tirado por cuatro leopardos. Este bordado central se puede observar actualmente en el manto de Julio César, mietras que Domiciano viste un manto de raso granate sobre el que destaca un busto del Dios Apolo.

4. Un estreno de película

a21El propio Pedro Martínez Guijarro reconoce que la idea de incorporar la cuadriga a la procesión azul llevaba varios años rodándole la cabeza. Pero fue en una sala de cine cuando sus ojos ya vislumbraron a sus cuatro caballos galopando sobre la Carrera. Aquella película fue «La Corona de Hierro» y fue una de las cuadrigas que aparecen en algunas de sus escenas en quién se inspiró la primera cuadriga de Vespasiano.

 

5. Una nueva estética

Aunque dirigido en un primer momento por Emiliano Rojo en 1935, es en 1989 bajo la dirección de Joaquín Gimeno cuando el Manto de Vespasiano adquiere el formato actual, pues aunque respetando el diseño original, este es el primer manto cuyas dimensiones le permitían no arrastrar por el suelo. Esta primera disminución de las dimensiones marca un antes y un después en la Semana Santa lorquina, puesto que a partir de ese momento, la gran mayoría de mantos que hacen su aparición sobre carros de cuatro o seis caballos seguirán ese modelo.

6. A Nerón también le gustaban las cuadrigas

Nerón estuvo tan interesado en las carreras de cuadrigas hasta el extremo de evadirse de todo lo demás. Él mismo fue un conductor y ganó una carrera en los Juegos Olímpicos, que todavía eran llevados a cabo en la era romana. Bajo el gobierno de Nerón comenzaron a desarrollarse las más importantes facciones de las carreras. Las cuatro facciones más importantes fueron los Rojos, los Azules, los Verdes y los Blancos. Estas facciones ya habían existido antes de Nerón, probablemente como amigos y patrones de los varios establos que producían los caballos de las carreras. Cada equipo podría tener hasta tres carros en cada carrera. Los miembros de un mismo equipo a menudo colaboraban entre sí, por ejemplo, para forzar a los oponentes a estrellarse contra la spina (una táctica legal y fomentada).

 

7. El “No puede ser” al servicio del “Será”

En la noche del Viernes Santo lorquino de 2011, el libro de la historia de nuestra Semana Santa se volvió a abrir para escribir una nueva hoja. Bajo la presidencia de D. José Antonio Ruiz y la vicepresidencia de caballos de D. José María Miñarro, siete cuadrigas, siete, cruzaron la carrera para asombro de todos los que se congregaron en la Avenida Juan Carlos I. Asombro más si cabe para los azules, pues nada se sabía de la posibilidad de que la Dinastía de los Antoninos sorprendiera sobre tres cuadrigas que se sumarían a las cuatro de la Dinastía Flavia para formar el número perfecto, el siete.

 

Vespasiano, Tito, Domiciano, Flavia Domicia, Adriano, Trajano y Nerva.

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