En esta publicación analizaremos las figuras de Juan Rodríguez y Juan Garzón y cómo intervinieron en el desarrollo constructivo de San Francisco.

El contrato que el 16 de Agosto de 1638 firmaba la comunidad con dos artífices locales, dado a conocer por Segado en su obra ya citada, y que en las partes que nos interesan es como sigue:

En la ciudad de Lorca… estando en el convento de señor San Francisco de esta ciudad el padre guardián y demás frailes de él habiéndose juntado y congregado a son de campana tañida para tratar y conferir cosas tocantes a dicho convento… de la una parte, y de la otra Juan Garzón piedrapiquero y Juan Rodríguez albañil vecinos de esta ciudad y maestros de dichos oficios dijeron que por cuanto todos estos otorgantes tienen tratado de proseguir y acabar de hacer la obra de la iglesia del dicho convento y para que conste las condiciones que tienen tratado las declaran y son las siguientes:

  • Primeramente se tienen de levantar y proseguir conforme van erigidas de piedra labra friso y cornisa que corra por toda la iglesia.
  • Y es condición que se han de hacer y cerrar los tres arcos torales que corresponden a las tres pilastras de piedra labradas y en cada capilla de arco a arco se han de hacer sus formaletes de piedra labrada donde siente y descanse la bóveda.
  • Item que se tiene de hacer y proseguir la fachada de la parte de la puerta de la iglesia reparando el friso y cornisa en que fuere menester prosiguiendo la fachada conforme a la traza que está dada.
  • Es también condición que ha de correr cornisa de piedra labrada por lo alto de la iglesia por la parte de afuera alrededor del tejado.
  •  Es condición que en la última capilla que hace esquina a las dos calles se ha de hacer torre, desbaratando lo que hoy está hecho sacándole cimientos bastantes conforme a el arte levantándola hasta el vuelo del coro de seis palmos de grueso de pared y de allí arriba encogiéndola lo que convenga y formando la escalera o caracol de allí para arriba.
  • Juan Rodríguez maestro de albañilería se obliga por su parte a hacer lo que toca a mampostería, sentar ladrillo, enlucidos, bóvedas y toda obra de yeso y tejados dándole el convento como dicho es en las condiciones de arriba y asiento con el dicho Juan Garzón los materiales y demás materiales y menesteres para la obra de modo que toda la manufactura ha de poner solamente.

Casi todas las cláusulas de este contrato merecen un comentario, pero antes es conveniente aclarar la competencia profesional de los maestros contratados:

  • De Juan Rodríguez el propio contrato nos informa sobre lo que era capaz de hacer: mampostería, sentar ladrillo, enlucidos, bóvedas y toda obra de yeso y tejados. Su cualificación profesional hizo que se le encomendaran por estos años los reparos que precisaba la torre de Águilas y la reconstrucción del granero del Monte de Piedad.
  • Con respecto a Garzón, al que se le llama piedrapiquero, sus cualidades como cantero quedan fuera de toda duda por lo que de él dice Espín. Pero el perfil de este artista va surgiendo poco a poco, estando ampliamente documentada su actividad en Lorca.

Tres obras más de Garzón son conocidas en Lorca: la reflejada en el contrato de 1638 que acabamos de ver; la construcción de un puente en ese mismo año, por el que el cantero hubo de responder al ser arrastrado por una riada al año de su construcción; y la del muro norte de la Colegiata de San Patricio en 1649, que ocasionó problemas al cantero al pleitear el Concejo con el cabildo colegial.

En 1655 concluía las obras que se le encomendaron en la ermita de la Soledad de Caravaca, y en ese mismo año contrataba la finalización de la portada de la parroquial de El Salvador de la misma localidad, labrando el cuerpo superior de esa obra renacentista, la cornisa y sobre ella una galería con cuatro arcos a semejanza de los que ya había hechos.

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Portada de la Iglesia de El Salvador, Caravaca. Juan Garzón realizó el segundo tramo.
En 1659 se asentó como escultor en Sevilla. En 1665 aparece en un documento diciéndose él mismo maestro arquitecto. Parece que fue hijo suyo Juan Francisco Garzón, aprendiz de pintor con Francisco de Meneses Osorio. De todo lo visto y por la obra conservada, se desprende que Juan Garzón era capaz de planificar y labrar en piedra y con suficiencia cualquier trabajo que de él se requiriera.

Destacan en el contrato de 1638 algunas de las clausulas: Lo primero que sorprende son las palabras proseguir y acabar de hacer las obras de la iglesia que figuran en el encabezamiento, sugiriendo una continuidad en el trabajo de quienes lo podrían haber iniciado, llevando por la parte alta de la iglesia friso y cornisa corridos.

Alzado exterior e interior de la Iglesia de San Francisco.
Alzado de la Iglesia de San Francisco.
El término proseguir vuelve a utilizarse en la tercera condición, en la que se aborda la terminación de la fachada, especificando que se habría de reparar friso y cornisa donde fuere menester, y todo ajustado a la traza dada.

Mucho más interesante es la cláusula siguiente referida a la construcción de nueva torre. Habría de desbaratarse lo hecho —aquel viejo campanario para  el que se fundieron campanas en 1607 —, hacer  nuevos cimientos y elevarla con una pared de seis palmos de grueso hasta alcanzar lo alto del coro, encogiendo la pared lo que conviniese en los cuerpos siguientes. Se dice que el modo de acceso, una vez salvado el primer cuerpo, sería mediante escalera o caracol.

Interior de la Iglesia de San Francisco.
Interior de la Iglesia de San Francisco.
Ningún documento salvo el de 1638, da cuenta precisa de los elementos que integran la portada y las diferencias estéticas en la talla del segundo cuerpo advertidas, en donde la escultura de la Inmaculada, inserta en una pequeña hornacina, remite a modelos granadinos de primeras décadas del siglo XVII difundidos por el taller de los Mena; además el propio Garzón, por ejemplo, termina la fachada renacentista de El Salvador de Caravaca, de mediados del siglo XVI, años después de su participación en la de San Francisco de Lorca.

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Cuando en 1638 se contrata con Garzón la terminación de la fachada, se cita una traza que podría justificar que las clausulas pactadas no reflejasen más detalles. Esa justificación se aviene mal con lo que vemos que pasó en 1655 al encargarse el cantero de la terminación de la portada de El Salvador de Caravaca. Allí se recogen todo los detalles de hornacina, escudos y cornisa, mas los arcos superiores, a pesar de que el cantero había presentado un diseño al que se ajustaría la obra. En Lorca sólo se le pedía reparar friso y cornisa donde fuera necesario y continuar la obra conforme a la traza.

Con una interpretación literal del documento, se le estaría pidiendo reparar los desperfectos que había en el coronamiento del segundo cuerpo y seguir hacia arriba con los sillares lisos, haciendo solo la moldura de la ventana, el frontón que la remata y el escudo de la ciudad, elementos que precisaban de pocas explicaciones. También conviene hacer mención de que en el contrato de 1638 se dice que se valoraría la piedra que se hallare labrada y por labrar en el convento, de lo que se puede concluir que quizás escudo, frontón y recerco de la ventana ya estaban tallados y que sólo procedería su asentamiento.

La cornisa que remata el segundo cuerpo de San Francisco es idéntica a la que se aprecia en la base del frontón superior y distinta de la que remata el cuerpo inferior. Esta parte es la que se le pidió a Garzón que reparase y se hizo en consonancia con la cornisa superior. Ese ejemplo no resulta definitivo, pero puede añadir al más convincente de comparar las cartelas y coronas que lucen los escudos de San Francisco —según Segado labrados por Garzón— con aquellos otros que el mismo maestro haría en el segundo cuerpo de la portada de El Salvador en 1655, difieren de tal modo en detalles de diseño y labra que no se pueden tener como hechos por la misma mano. Todo ello conduce a pensar, coincidiendo, que la ejecución de los dos cuerpos de la portada de San Francisco corresponde realmente a los años iniciales del siglo XVII; que en ellos se incorporó un diseño retardatario aunque no muy alejado temporalmente de su modelo más directo —la portada de mediodía de San Patricio—, pero desprovisto ahora de la riqueza decorativa propia del Renacimiento; y que al cantero Juan Garzón se le encomendó acabar la fachada asentando la piedra ya labrada y completando con sillares hasta alcanzar la coronación del tejado. Las obras en la fachada principal del templo se completarían con la culminación de la torre años más tarde.

Bibliografía:

MUÑOZ CLARES, Manuel.: “Clavis 8”. Historia arquitectónica del Convento de San Francisco de la Puerta de Nogalte,

SEGADO BRAVO, Pedro.:“Lorca Barroca” Ed edit.um.

– Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.

Juan Bautista Mateos Alcolea

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