Historia y Curisiodades

Se trata del único Escuadrón de Sables a caballo que permanece en activo en toda Europa

Fue en el año 2008 cuando el Escuadrón recibió la mayor distinción de los azules, al ser nombrado Mayordomo de Honor de la Hermandad, mérito que le fue entregado en la misa del Viernes de Dolores en la iglesia de San Francisco.

El Paso Azul entregó al Escuadrón de Caballería los banderines para la sección de clarines, escudo e insignias, todo ello bordado en los talleres de la Hermandad donde se invirtieron en su realización más de 500 horas de bordado. Por petición expresa de los mandos del escuadrón aparece en su margen inferior derecho el nombre de la Hermandad de Labradores.

La participación de esta sección en los desfiles de la Semana Santa Lorquina se remonta a 1999, durante el último año de mandato del presidente del Paso Azul, Cristóbal Alcolea Paredes. La decisión de que el Escuadrón escoltara a la titular de la Hermandad de Labradores se debe a que durante la segunda mitad del siglo XX la Guardia Civil a caballo abría los Desfiles Bíblico Pasionales. La tradición se perdería cuando se suprimió de la ciudad la sección a caballo.

 

El actual Museo Azul de la Semana Santa, de convento franciscano a hospital de beneficencia

400 años han pasado desde la edificación del Convento de San Francisco de Lorca. En él actualmente se ubica el  Museo Azul de la Semana Santa (MASS), pero dicho edificio ha tenido múltiples funciones desde su construcción, desde convento franciscano hasta dependencias de Cruz Roja. Sin duda su conversión de Convento a Hospital de Beneficencia en el año 1839 marcó un antes y un después en la historia de la Lorca del siglo XIX.

En esta publicación conoceremos cómo, cuándo y  por qué la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios se establece en el Convento de San Francisco. Para tener una idea bastante aproximada de la vida de esa institución benéfica a lo largo de su historia en la ciudad, es conveniente extractar lo más relevante del artículo que Escobar Barberán dedicara en “El Hospital de Lorca”.

[…]

Tenía nuestra ciudad en el siglo XVI un hospital denominado <<Nuestra Señora de la Concepción y San Antonio>> en el que habían venido a refundirse los tres antiguos de San Julián, Santa Ana y San Antonio.  Este inmueble constaba de cómodas estancias para los enfermos y le era aneja una capilla llamada de la <<Purísima Concepción>> por su titular, arcaica imagen que, aún cuando sentada y con el Niño Jesús en brazos, llevó la advocación de tan augusto misterio. Dicha edificación tenía un gran patio central donde se estableció el primer Corral de Comedias, donde se representaban obras teatrales, a las que solían concurrir los Cabildos (el de la ciudad y el de la Colegiata de San Patricio), pues, tenían asiento en lugar preferente como patronos natos del hospital, según Bulas Apostólicas.

Ocupaban, el Hospital de la Concepción y San Antonio, lo que hoy es el Casino, en la antigua Calle de la Parrica, y Calle de Posada Herrera, actual Pio XII, y la Capilla, la contigua casa nº 6 de la Calle Lope Gisbert.

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Antigua Calle de Posada Herrera, actual Pio XII.

En lo referente al gobierno del Hospital de la Concepción y San Antonio su disciplina y orden interior dejaban mucho que desear; es de plena evidencia que los hospitales dirigidos por religiosos o religiosas están mucho mejor gobernados y servidos que cuando lo son por gentes seglares o asalariados. No se trata meramente de la asistencia material, de la cura de enfermos, de su alimentación, lavado, ropería, limpieza y aseo. La beneficencia y la misericordia requieren algo más que no está al alcance del enfermero a sueldo: compadecerse del dolor ajeno, llevar el consuelo y la resignación cristiana al ánimo del pobre infeliz que sufre; y esto solo puede hacerlo quien a ello voluntariamente se consagra por caridad y amor a Dios.

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Vista de Lorca en el año 1740. En el margen izquierdo aparecen Iglesia y Convento franciscano.

Comprendiéndolo así, el Cabildo de la Colegiata y el de la Ciudad, decidieron acudir a los religiosos de la venerable Orden de San Juan de Dios, proponiéndoles que se encargaran de la administración y régimen del Hospital. Los PP. Del Definitorio del Orden de la Hospitalidad de San Juan de Dios reunidos en Madrid el 8 de abril de 1663, acordaron aceptar la propuesta de fundar Convento en Lorca, mediante la entrega que se les hiciera  del << Hospital de Nuestra Señora de la Concepción y San Antonio>>. En el traspaso se comprendía el Hospital y además la Iglesia y casas anejas y cuantos bienes componían su hacienda. El 27 de Diciembre de 1663 tras dar a la Orden el inventariado detallado de las imágenes, ornamentos y bienes y títulos de pertenencia, quedaron establecidos en Lorca los Hospitalarios de San Juan de Dios. Fue muy grande la transformación que en su estructura y régimen interior sufrió, abierto a todo pobre miserable, quedó convertido en una  verdadera casa de Dios, por el espíritu de unión religiosa que es su ambiente reinaba. Debido a que este hospital estaba destinado solo para el cuidado de varones en 1753 quedó concluido y abierto el Hospital San Juan Bautista para las mujeres establecido en la antiquísima calle Carril de Caldereros. Siguieron su vida dichos hospitales sostenidos por sus bienhechores hasta la guerra de la Independencia, como consecuencia comenzaron a decaer ambos hospitales; fue a partir de 1822 cuando dichos establecimientos de beneficencia se vieron gravemente afectados tras una ley que incautó todos los bienes, fondos rentas de estos hospitales, así mismo se produjo la declaración de venta de los bienes de los conventos hasta que finalmente en 1855 se promulgó la desamortización general. Como consecuencia los hospitales de San Juan de Dios y San Juan Bautista desaparecieron. Sustituyó a esos dos antiguos hospitales, el actual de San Francisco.

La tristísima y deplorable situación en la que se hallaron los citados hospitales de San Juan de Dios y San Juan Bautista al privárseles de sus bienes, fue tan grande que la Junta Municipal de Beneficencia recurrió ante S. M. la Reina Gobernadora en 1838 pidiéndole que se dignara conceder el edificio del Convento de San Francisco de la Puerta de Nogalte y su Iglesia, a fin de establecer allí el hospital o casa de Beneficencia, refundiéndose en ésta los otros dos. Pocos meses después se mandó que desapareciese del Convento de San Francisco << todo emblema o significación de su anterior destino, ennobleciendo su fachada>>. Finalmente el 19 de Noviembre de 1838 bajo el reinado de Isabel II, la Ilustre Junta de Beneficencia de esta Ciudad siendo su Presidente el Alcalde 1º Constitucional Don Blas Eytier y Comisarios Don Pedro Eytier y Don Francisco Carrasco se funda el Establecimiento.

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Entrada a la enfermería del Hospital de San Juan de Dios.


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Quirófano del Hospital.

El gobernador eclesiástico del Obispado, ordenó al párroco de San Mateo que entregara a la Juta Municipal de Beneficencia las llaves del templo de San Francisco, << con todos los efectos que pertenecías y eran necesarios para la celebración del culto>> y al mismo tiempo concedió licencia para que en dicha Iglesia se pudiera oficial el santo sacramento de la misa, y las funciones que la piedad de la Junta tuviera a bien disponer, así mismo el párroco de San Mateo tenía derecho a intervenir en la predicación, administración de sacramentos y en cuantas funciones se celebraran públicamente en ese templo y si en su caso gustaba, lo podría practicar el capellán de la Casa de Beneficencia cediendo los honorarios en beneficio del establecimiento. De la misma manera se mandó entregar a la Junta los efectos pertenecientes al culto de la Iglesia de San Juan de Dios (de la capilla de la Concepción), que fueran necesarios en la de San Francisco. Fue entonces cuando se trajo la imagen de la titular, que ocupa una de las capillas laterales. La de Ntra. Sra. de la Soledad y San Rafael, que eran de igual procedencia, pasaron a San Mateo.

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Imagen titular de la Capilla de la Concepción, actualmente en la Iglesia de San Francisco.

El hospital del ex – Convento de San Francisco, estuvo regido y administrado por la Junta Municipal de Beneficencia, hasta el año 1875, en que se nombró de R. O. La Junta de Patronos que aún subsiste, y desde el año 1859 se encuentra servido por las Hermana de la Caridad (Hijas de San Vicente de Paul), que tienen también allí clases para la enseñanza, donde se educa e instruye a la mujer lorquina, y cuidan de las huérfanas, utilísima y utilitaria institución fundada en Lorca en el siglo XVIII. Sus talleres de confecciones y bordados gozan de justo renombre. Llegaron a Lorca estas heroicas religiosas el día 4 de Agosto de 1859, y fue primera presidenta Sor María Dormaignac.

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Entrada al Hospital de Beneficencia regido por las Hermanas de la Caridad.

Es el único centro benéfico de esa índole con que contamos y a todo buen lorquino debe interesarle el que subsista por siempre, pero con vida desahogada y próspera y no con la penuria y escasez que viene sufriendo. No basta para el sostenimiento de un hospital tan importante, como el nuestro, el fervor y el celo. Se necesita más para tanto gasto como allí se ofrece, se necesitan recursos económicos, pues, los que se tienen son muy limitados.

[…]

Y así fue cómo la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios llegó a la ciudad Lorca y de qué manera terminaron estableciéndose en el Convento de San Francisco. En posteriores publicaciones iremos desgranando las diferentes modificaciones que sufre el establecimiento de beneficencia durante el siglo XIX.

Juan Bautista Mateos Alcolea

Bibliografía:

– “Clavis 8” Historia arquitectónica del Convento de San Francisco de la Puerta de Nogalte, MUÑOZ CLARES. Manuel.

– Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.

 

La costumbre de venerar la Santa Cruz se remonta a las primeras épocas del cristianismo en Jerusalén
ORIGEN DE LA FIESTA

La costumbre de venerar la Santa Cruz se remonta a las primeras épocas del cristianismo en Jerusalén. Esta tradición comenzó a festejarse el día en que se encontró la Cruz donde padeció Nuestro Señor.

Posteriormente, a principios del siglo VII, cuando el ejército del Islam saqueó Jerusalén se apoderó de las sagradas reliquias de la Santa Cruz. Esta serían recuperadas pocos años más tarde por el emperador Heraclio, y recordando este rescate es que celebramos el 14 de septiembre la exaltación de la Cruz.

La tradición cuenta que el emperador, vestido con las insignias de la realeza, quiso llevar en exaltación la Cruz hasta su primitivo lugar en el Calvario, pero su peso se fue haciendo más y más insoportable. Zacarías, obispo de Jerusalén, le hizo ver que para llevar a cuestas la Santa Cruz, debería despojarse de sus vestidos reales e imitar la pobreza y humildad de Jesús. Heraclio con pobres vestidos y descalzo pudo así llevar la Cruz hasta la cima del Gólgota.

Para evitar nuevos robos, la Santa Cruz fue partida. Una parte se llevó a Roma, otra a Constantinopla; una se dejó en Jerusalén y una más se partió en pequeñas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero.

LA CRUZ, EXTREMO DE AMOR

La Santa Cruz es trono para Nuestro Señor Jesucristo. Tan noble Rey venció en ella al pecado y la muerte, no al modo humano, sino al misterioso modo divino.

El odio de los hombres combatió contra su mismo Redentor, pero venció el Amor de Jesús por los hombres. Estos se unieron para atormentar a Jesús e irrumpieron contra Él; y Él soportó todo tormento y se sometió a la misma muerte, con la mansedumbre de un cordero. Su Cuerpo divino, llagado de amor, no encontró otro descanso que la Cruz.

Mientras Jesús sufría, amaba. Nos devolvió con amor tanta ofensa. Tanta ofensa hecha por cada uno de nosotros día a día. Y es en virtud de ese amor unido al sufrimiento que Él gustaba una gran felicidad: la de salvar el género humano. Se sometió a la muerte para darnos vida. Fue en la Cruz donde nos conquistó el perdón de su Padre.

¿Por qué Señor tanta mansedumbre, tal gozo entre tantos expertos de muerte? Precisamente se debe a que el cáliz de la Pasión Él lo tomó no de la mano de sus enemigos, sino de las del Padre; y por consiguiente lo tomó con amor infinito.

He aquí el secreto de padecer con mérito y con gloria: recibir las tribulaciones, no de las manos de los hombres, sino de las de Dios. El dolor en esta tierra es inevitable: lo vemos a nuestro alrededor en diversas manifestaciones. Está claro que el dolor no se puede evitar siempre. Pero también está claro que el amor tiene su precio: y siempre resulta un precio amable –y hasta “barato”- en la medida, precisa, del amor.

Este es el secreto del amor de Dios por los hombres, y del mismo modo puede ser el secreto del gozo de los mártires. También será el gozo de cualquier cristiano que reciba un aumento del amor de Dios. Así como entendemos claramente –sin una duda- que vale la pena gastarse por un amigo, un familiar, una persona querida, del mismo modo a los que aman a Dios les resulta fácil “gastarse” –o sacrificarse- por Él.

A veces a quienes queremos les regalamos u ofrecemos lo que se nos ocurre. En otras ocasiones, con mucha confianza, esas personas queridas nos solicitan algo –a veces con urgencia- y ésa es la piedra de toque del amor. Cuando rápidamente decimos que sí a lo que nos cuesta –inesperadamente- es porque amamos sinceramente a esa persona.

Con Dios sucede otro tanto. A veces le ofrecemos a Dios “sacrificios” que nos parece le gustarán, y otras es Él mismo quien golpea a nuestra puerta pidiéndonos algo: a través de otras personas o directamente.

Jesús cargó con la Cruz y nos invita a que cada uno de nosotros lo imitemos también en esto. No hay camino sin Cruz. Dios regala la Cruz a quienes ama, a quienes quiere regalar también con muchos otros bienes. Ese es el sentido de las palabras del Apóstol: “No quiero otra cosa que Jesús y Jesús crucificado.”

En la Cruz nos encontramos y unimos a Cristo. Busquémoslo siempre allí. Él, con sus brazos extendidos, nos espera para regalarnos el abrazo de su infinito amor.

Fuente: iglesia.org

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El 14 de abril de 1954 el diario ABC publica esta genial crónica del Viernes Santo lorquino visto a través del prisma del crítico televisivo Enrique del Corral.

La gente guarda en los bolsillos relojes de pulsera  para que no se estropeen de tanto aplaudir.

Desde las cinco de la tarde hasta las dos de la madrugada desfila ininterrumpidamente ante los ojos del espectador el cortejo de Viernes Santo en Lorca. Son nueve horas de tensión, nervios, de pasión desatada, de lucha oral entre «blancos» y «azules», los dos bandos que pugnan por vencer, sin victoria, a fuerza de oro, sedas, lujo y dialéctica ingeniosa.

Lorca tiene 85.000 habitantes; Lorca es rica; Lorca tiene abuelos musulmanes y tatarabuelos troyanos; Lorca tiene hijos como Mohammad Ben Alhah, como el rabino Hallorquí, convertido en Jerónimo de Santa Cruz; como Espartero… Pero, sobre todo, Lorca tiene un cortejo de Viernes Santo que no se parece a ninguno, con mucho de batalla y oración, de Parlamento y Ateneo, de circo y escenario, de opera y «plató».

Veamos. Alrededor de las tres y media, el público no cabe en sí de puro apretado; las gentes van y vienen de prisa, con ese aire y ese gesto que se adopta en las grandes solemnidades. No os extrañe ver, entre la multitud,  a «etíopes» de aspecto tranquilo e indiferente que fuman, dejando el cigarrillo en un cerco de carmín barato, ni a las escuadras de legionarios romanos que marchan en perfecta formación, ni a las bandas de tambores y cornetas que, con atuendos cesáreos, se abren paso a clarinazo limpio. Lorca, así, se transforma por momentos, y a uno que le parece que nuestra Era va a comenzar a la vuelta de una esquina o que Mr. De Mille nos va a mandar a retirar de la circulación para no estropearle un plano de masas.

Con ruido ensordecedor llega una cuadriga, que «aparca» junto a un supermodelo de Detroit; dentro en el «bar», Marco Antonio toma un café con un inglés, y ambos hablan en francés, que es el idioma de la diplomacia. Más cuadrigas, centuriones, Cleopatra de el brazo a un alférez de Alcantarilla; un poco detrás, Mahoma discute con un sacerdote una jugada de Di Stéfano, que vio en Madrid, y Nerón, con la lira bajo el brazo, dice «adiós» al pasar a Nabucodonosor, que bebe horchata en «La Alegría». El muro que estos días divide al pueblo, como masa, se espesa. La separación es tal, que incluso matrimonios se deshacen, temporalmente, si son de uno u otro pasos sus devociones. (Paso es en Lorca no el trono con la imagen, si no el desfile completo de una de las dos secciones fundamentales en que se divide el cortejo: paso Azul y paso Blanco.) Los que no participan en la procesión llevan en el sitio más visible un lazo o una escarapela del color de su Cofradía. Y así, todo el mundo aparece con el distintivo blanco o azul.

Ya son casi las cinco. Las tribunas levantadas desde las aceras, a todo lo largo de la calle principal hasta la altura de los primeros pisos de las casas, están abarrotadas. La gente guarda en los bolsillos relojes de pulsera  para que no se estropeen de tanto aplaudir. Suena un clarín, y en seguida redoblan tambores. Comienza el cortejo, que es imposible reseñar, aunque fuera con frialdad de programa, pues solo su enumeración supone el doble de espacio que ocupa este artículo. Bigas, cuadrigas, romanos centuriones con sus soldados, decurias… Marco Antonio, Cleopatra, los jóvenes macabeos, la Apocalipsis de San Juan; Tito, Domiciano, Flavia Domicia, Nerón, la Reina de Saba, Mahoma, Nabucodonosor, Salomón con las Doce Tribus, el Rey Ausuero, la Reina Esther, Mordoqueo. Cabalería romana, esclavos soportadores de tronos, en los que los poderosos se asientan… Lo increíble, en fin, es todo este increíble cortejo lleno de color y de lujo paganos, mantos bordados en sedas y oros como tapices de incalculable valor; tronos barrocos. Acero, hierro y madera.

Los que cabalgan alardean de su estilo de jinetes a la alta escuela; los aurigas llevan sus bigas o cuadrigas con soltura envidiable, y los tiros responden maravillosamente al látigo y al bocado.

Mientras se desplaza un paso, la multitud, como en un coro de tragedia griega, ha exteriorizado sus simpatías con aplausos frenéticos que ahogan la música; los detractores se han cansado de ridiculizar, sin acritud, lo que veían, y ahora, la decoración cambia por completo. Muchos balcones, con racimo humano, se cierran; otros, que estaban cerrados, se abren. Los que tenían puestos sus relojes de pulsera los guardan y los que permanecieron en los bolsillos salen a las muñecas. Comienza el desfile del otro paso, que dura también cuatro horas.

Si todo es fastuoso en el cortejo, el manto que viste a la Virgen de los Dolores excede de toda ponderación, como el de la Amargura, que, junto con el estandarte de la Oración del Huerto forma la joya de la Cofradía.

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Al terminar todo el desfile, son en el reloj las dos de la madrugada. Parece mentira, pero así es. Han pasado nueve horas; han transcurrido quinientos cuarenta minutos presenciando una procesión, cuyo conjunto tiene más del doble de figurantes que minutos y diez veces más caballos que horas. Los camareros han hecho prodigiosos equilibrios sirviendo cenas frías a los que, como en circo romano, presenciábamos, encaramados en las tribunas, el espectáculo inolvidable no solo por lo que se ve, si no por el ambiente, por el «clima» que lo circunda, y cuya descripción es imposible. Todo aquí es auténtico, sin asomo de trampa o cartón. No hay «film» que recoja con tanto acierto documental la época como este «Cortejo Bíblico» lorquino, que tiene de todo. Pero todo espléndidamente concebido y realizado. Es tal la riqueza, tal su costo, a pesar de que el «atrezzo» y vestuario es propiedad de las Hermandades, que no sale cada año. En este, no tendrá expresión externa. Fue en 1953 cuando yo vi esta procesión de Lorca, en la que rompen los diques del tiempo de Pilatos, y es el Antiguo Testamento el guión. Guión sublime y lección eterna.

En la tarde del pasado 29 de mayo de 2015 la Hermandad de Labradores escribió una nueva página en el libro de su grandiosa historia. Tras varios años de intenso trabajo y dedicación, el antiguo convento de San Francisco resurgía para convertirse en el Museo Azul de la Semana Santa. Se trata del espacio expositivo más amplio de la Región de Murcia, con una exquisita musealización, y en un entorno incomparable en la ciudad de Lorca, donde  las joyas del Paso Azul serán visitables y admiradas por todo el mundo.

Entre sus paredes se encuentran los primeros textiles declarados Bien de Interés Cultural en España, el primer manto bordado íntegramente en sedas para una Virgen, la mayor colección de bordados artísticos candidatos oficiales a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO o unos relojes de sol únicos en el mundo dibujados en sus paredes por los franciscanos.

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El MASS se convierte así en un referente museográfico para toda España gracias al trabajo del Presidente de la Hermandad de Labradores, D. José Antonio Ruiz, del Presidente de la Fundación Paso Azul, D. Andrés Espinosa, de la Junta Directiva del Paso Azul y en definitiva de todos los azules que de una forma u otra han participado en su puesta en funcionamiento.

FOTOGRAFÍAS: Memen Martínez.

El día 5 de Junio el Paso Azul elegirá a su nuevo presidente. No obstante, no debemos olvidarnos de D. José Antonio Ruíz Sánchez, que durante estos 8 años ha dirigido los designios de la Hermandad de Labradores, Paso Azul. Por ello, intentaremos hacer un resumen de los actos y proyectos que, junto a su Junta Directiva, ha culminado en estos últimos años:

Restauraciones: se han restaurado las imágenes del Cristo del Carrerón, San Joaquín y Santa Ana, el retablo de la capilla de la Soledad y el cuadro de la misma, la imagen de San Francisco del Retablo Mayor, el retablo del camarín de la Virgen de los Dolores, la Cruz Guía de plata, cuatro de los mantos de la caballería del Triunfo del Cristianismo, órgano del coro incluida su puesta en marcha. Se ha terminado la restauración del estandarte del Ángel Velado, restauración completa de la carroza del Triunfo del Cristianismo así como la nueva representación de sus figurantes.

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Trabajos que se han desarrollado bajo aportación de la Asociación: se han terminado los nazarenos de la Coronación, las casullas de los sacerdotes, el manto negro de la Virgen, el vestido de la Virgen y los nazarenos del Reflejo.

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Además, se han ejecutado las cabezas de viga del trono del Cristo Yacente y se han incorporado las últimas cartelas del trono de la Virgen. Se ha incluido a la procesión la nueva litera de Cleopatra con todo su cortejo egipcio y el propio traje del personaje. Por otro lado, se ha renovado por completo el personaje de Ptolomeo con su nuevo manto, vestidura, carro y esclavos. Las cuadrigas de los Antoninos con sus propios mantos, se han bordado los paños delanteros de los tres tronos, uniformes para la agrupación musical y banda del Cristo Yacente, los banderines de la Agrupación Musical Mater Dolorosa y de la banda del Cristo Yacente, el banderín y las galas de las cornetas de Escuadrón de la Guardia Civil, y la nueva Caballería Egipcia. También se han realizado trabajos externos como el estandarte de La Roda, el manto de la Dolorosa del Paso Morado y la restauración de la Virgen de la Piedad.

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En cuanto a la gestión hay que destacar el saneamiento económico de la Hermandad, la defensa y triunfo al Estado por la demanda interpuesta para arrebatar el conjunto arquitectónico de San Francisco, la recuperación de la operatividad del Patronato San Juan de Dios y el acuerdo y reparto de los espacios de San Francisco con el colegio.

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Continuando con los proyectos de nueva creación, destacar el de la Fundación Paso Azul, que ha desarrollado actividades culturales de diversa índole, y la creación de la Escuela de Música Cofrade con el surgimiento paralelo de la Agrupación Musical Mater Dolorosa y la  Escolta de Tambores del Cristo Yacente. Además, se ha acometido el arreglo interior y exterior de la Casa-Museo en cuanto al nuevo mobiliario de armarios expositores, iluminación, y adaptación de la distribución de la planta baja.

Por otro lado, cabe destacar que tras el fuerte mazazo de los terremotos, el Paso Azul logró restaurar íntegramente el templo de San Francisco, lo que posibilitó que el 18 de marzo de 2012 la Stma. Virgen de los Dolores, el Stmo. Cristo Yacente y el Stmo. Cristo de la Coronación, volvieran a la casa de todos los azules. Pero la cosa no quedó ahí, también se acometió la restauración y puesta en valor tanto exterior como interior del antiguo convento de San Francisco, que ya es una realidad con la apertura del Museo Azul de la Semana Santa, el más grande de la Región de Murcia.

Otros trabajos realizados y de gran relevancia son la creación de la compañía de teatro «Las Caretas», que tantas satisfacciones y buenos momentos nos han dado con sus múltiples actuaciones, las subvenciones que se han tramitado para que diversas actuaciones no supongan un coste a la Hermandad y la creación y apoyo al colectivo «Jóvenes Azules»,  así como el apoyo aporado a este espacio desde el que nos leen, el primer blog oficial de la Semana Santa de Lorca que supone un accesible y dinámico punto de información para todos los lorquinos e interesados en la actualidad, historia y patrimonio de nuestra Hermandad.

A través de 3 publicaciones que se irán sucediendo a lo largo de este mes de Febrero queremos hacer partícipes a azules y lorquinos en general de la historia de la Iglesia y Convento de San Francisco. Conoceremos sus inicios, el desarrollo de su construcción, los problemas que se presentaron y como concluyó la construcción de lo que hoy es un símbolo para los azules y la ciudad de Lorca.

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Ubicación de la Iglesia de San Francisco

Si bien el primer convento de frailes franciscanos que tuvo Lorca fue el de Ntra. Señora de las Huertas, cuya fundación remonta al siglo XV, pronto la ciudad sintió la conveniencia de contar con otro que estuviera inserto en la ciudad para satisfacer las necesidades espirituales de sus habitantes.

De la misma manera, se tanteó construir en zonas cercanas a los conventos dominicos y mercedarios, pero debido a la aglomeración de los mismos decidieron permutarlos por otros terrenos.

En 1555 se solicitó una bula pontificia al Papa Paulo IV para que permitiera realizar dicha permutación por unos terrenos ubicados en un punto de la topografía lorquina que, en aquellas circunstancias se estimó mucho más conveniente situados a extramuros de la ciudad junto a las Puertas de Nogalte.

En 1561 los religiosos franciscanos tomaron posesión de este lugar fusionando los terrenos que había cedido el convento de Santa Ana con los anteriormente citados.

Lo curioso de esta fundación franciscana es que a pesar de iniciarse las obras de la Iglesia en 1561 la comunidad franciscana lorquina no se disoció hasta 1586  en que tuvieron Padre Guardián propio.

Muy a prisa corrieron las obras de la Iglesia, pues el 18 de Diciembre de 1565, terminada la construcción más primitiva de este templo, fue solemnemente bendecida por el Padre Fray Francisco de Salazar, de la provincia franciscana de Granada.

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Construcción de la Iglesia de San Francisco

La Iglesia se conserva perfectamente en la actualidad, aunque como es natural, su aspecto responde a varias remodelaciones que la estructura primitiva constatada por la documentación existente experimentó a través del tiempo .

Primer periodo  (Segunda mitad del Siglo XVI al Siglo XVII)

En su primer periodo constructivo, de la segunda mitad del siglo XVI, la estructura se concretaba como se presenta en la actualidad. La planta respondía a una nave única con capillas-hornacina sin comunicación entre ellas, con crucero poco sobresaliente y muy probablemente cabecera plana, a los pies de la iglesia se encontraba el coro.

Es de suponer que la cubierta primitiva sería de madera, semejante a la de otras iglesias en la ciudad. Ciertas capillas pertenecientes al lado de la Epístola estaban cubiertas con bóvedas vaídas, algunas de las cuales se conservan perfectamente en la actualidad.

Los pilares que sirven de separación entre la nave principal y las capillas laterales, y donde reposan los arcos de medio punto, son de piedra y ladrillo. Esto indica la gran consistencia de esta Iglesia, que logró así pervivir sin cambios sustanciales en sus elementos sustentantes en posteriores periodos de su historia arquitectónica.

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También el primer cuerpo de la fachada pertenece a este primer periodo constructivo, concretamente a lo que es la portada como denota su topología.

En esta primera fase de construcción, la Iglesia de San Francisco debió ser muy similar en su tipología a la perteneciente a los conventos de la Merced, Santo Domingo. Respecto a esto, la documentación se limita a ir ofreciendo datos que van testimoniando paulatinamente avances y ornamentación, pero siempre dentro de una perspectiva modesta sin hitos detonantes.

La creación de Cofradías desde los propios inicios constructivos posibilitó el culto a determinadas advocaciones que exigieron su Capilla, por ejemplo, granadinos residentes en Lorca que daban culto a una imagen de vestir cuyo altar estaba en el lado del evangelio, o bien, la creación de patronazgos y vínculos destinados a la veneración de un Santo concreto, se tiene constancia de la existencia arquitectónica de ciertas capillas a principios del siglo XVII.

Durante las próximas semanas seguiremos desarrollando la historia de la construcción de este templo, detallaremos cómo su estructura inicial evoluciona y se modifica a lo largo del tiempo. 

Bibliografía:  
-“Lorca Barroca” Ed edit.um, SEGADO BRAVO, Pedro.
- Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Texto: Juan Bautista Mateos.

PARTE2

Segundo Periodo constructivo de la Iglesia y Convento de San Francisco:

Hay que llegar hasta principios del Siglo XVII para comprobar el gran apogeo constructivo que en esos momentos experimentaba la Iglesia franciscana, comenzándose a ubicar el convento franciscano.

Casi 10 años después en 1636 se alcanza un momento casi memorable, en esta progresión constructiva de San Francisco, ya que se insta a los artífices, que en este momento dirigían la obra, Juan Garzón (cantero) y Juan Rodríguez (Albañil), a que acabasen la obra de la Iglesia. Aprovechándose la estructura primitiva, Garzón y Rodríguez levantarían el formato definitivo de la Iglesia, que es visible en la actualidad, destacándose en el contrato textualmente que “El arquitrabe, friso y cornisa corra por toda la Iglesia” y, especialmente obras tendentes a la desaparición de la techumbre primitiva. En consecuencia, se subieron los lienzos de pared de la nave principal para conseguir una mayor altura que armonizase, de paso, con la cúpula que completaría el conjunto.

Los tres arcos del crucero  que pertenecían a tres pilastras de piedra labrada se habrían de hacer y cerrar. En cada capilla y de arco a arco ser harían “formaletes” de piedra labrada también, donde reposarían las bóvedas respectivas.

La parte exterior de la Iglesia también sería objeto de atención  ya que la fachada perteneciente a la puerta principal o de entrada habría de proseguirse conforme a la traza ya dada y también había de repararse el friso y la cornisa.

Una cornisa de piedra labrada recorrería  la estructura externa de la Iglesia alrededor del tejado. Se detallan en especial las modificaciones que debería de experimentar la capilla situada a los pies de la Iglesia, pues tenía que hacerse nueva desde sus cimientos y sus paredes hasta el punto que tocase el suelo del coro. En esta capilla se situaría la escalera de caracol que se presupone que sería para subir a la torre.

Los dos maestros citados tendrían autonomía para realizar toda la obra “quitando o añadiendo obra según se fuese ofreciendo”, señal de que su gestión artística se trataba de una verdadera remodelación, y aquella siempre a tasación y supervisada por otros dos maestros, uno nombrado por el convento y otro por Juan Garzón. La tasación se efectuaría cada 4 meses, contando a partir del mes de Septiembre de 1636.

Juan Rodríguez, por su parte, tenía a su cargo toda la obra de mampostería, el asentamiento de ladrillos, el enlucido de las bóvedas y, en general, toda la obra tocante a yeso y tejados. Mientras que Garzón se encargaría de labrar la piedra desde la propia cantera y de asentarla en la obra. El pago a los artífices sería semanal, a razón de 200 reales y de aquí se pagaría también al resto del personal que empleasen en dicha obra.

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Planos de las diferentes plantas correspondientes a la Iglesia y Convento de San Francisco

Planta Iglesia San Francisco Calle Nogalte

Planta Iglesia San Francisco Primera Planta

Planta Iglesia San Francisco Segunta Planta

Puede deducirse, por la marcha de las obras expuestas, que la Iglesia se estaba reestructurando desde los pies hacia la cabecera. Ya en 1646 se realizó la venta de una capilla que ocupaba el último lugar del lado de la Epístola junto al arco toral que ha de dividir el cuerpo de la Iglesia de la Capilla Mayor, afectando consecuentemente al crucero. Es muy probable que dicho arco toral no estuviese todavía terminado y por ello, en el documento referente a las obras de 1638, se hablaba de “tres arcos torales” y no cuatro, faltando el del lado de la Epístola.

La próxima semana se publicará la última de las partes de la construcción del templo y convento franciscano.

 

Bibliografía:  
-“Lorca Barroca” Ed edit.um, SEGADO BRAVO, Pedro.
- Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Texto: Juan Bautista Mateos.

P3Tercer periodo

Dos años después en 1648, el convento dio poder al Síndico para que vendiera la capilla situada a mano izquierda “según se entra a la Iglesia por la puerta principal” a la Cofradía de la Sangre de Cristo. La documentación conservada ofrece pistas de ubicación topográfica en la misma Iglesia y da idea del estado de las obras. Esta capilla del lado del Evangelio la adquirió la citada Cofradía precisamente por ser contigua a las que ella detentaba desde siempre. La compró entregando al convento 750 reales por la conveniencia de tener un reducto contiguo que sirviese como sacristía y, sobretodo, para guardar “los ornamentos, imágenes y demás aderezos” de la Cofradía como reza el contrato. Esto explicaría la información documental de que, en caso de que la capilla se habilitase para celebrar, el convento se obligaba a dar a la Cofradía sitio para poner sus pertenencias. Está claro que no siendo adecuada esta Capilla para recibir retablo y decoraciones subsiguientes por su estructura peculiar, poseedora de la citada escalera, los cofrades la habilitaron como almacén, realizándose la liturgia en  aquella otra capilla que habían adquirido bastantes años antes -concretamente en 1628– y que también le era contigua pero en ascenso hacia el crucero. La nueva Capilla debería de contar con rejas igual a la que poseían las capillas antedichas y que, como se vio, sirvieron de modelo a las de las Capillas que la Cofradía del Rosario tenían en la Iglesia de Santo Domingo. Las rejas se ejecutarían en madera.

Hasta las últimas décadas del siglo XVII las obras en San Francisco proseguirán de modo regular, centrándose en la paulatina ejecución de Retablos para completar las oportunas capillas o en la venta de las mismas sin que se destaque artísticamente nada singular salvo una fecha puntual de verdadera transcendencia, la realización de la Capilla Mayor en 1689. Es probable que la ausencia de obras de verdadera representatividad se debiera a una situación deficitaria del convento en la décadas de los sesenta ya que el Padre Guardián Fray Juan Navarro pidió al Consejo de la Real Hacienda de S.M. ayuda para poder proseguir las urgentísimas obras, y en caso negativo, la concesión de doscientas fanegas de trigo de las tercias reales que en Lorca correspondían a la Corona.

La obra de la Capilla Mayor, que es la que existe en la actualidad, se inició en febrero de 1689 y para ello se desestimó cualquier estructura preexistente del contrato que se firmó entre el convento, representado en su Síndico, el regidor D. Andrés Fernández de Cáceres y Torres, y el maestro de albañilería Pascual Ventura. Tras la tarea inicial de derribar la pared vieja y allanar la tierra donde iría el pavimento o enlosado tanto de la Capilla Mayor como de las colaterales, se comenzó por practicar, de piedra y yeso, un contraarco ciego de una vara de peralte y de grosor que armonizase con su conjunto.

Sin títuloRetablo Mayor año 1925

Bóvedas:

Las tres bóvedas con lunetos correspondientes a esta capilla Mayor y a sus colaterales del crucero, serán de ladrillo al igual que la media naranja, lisa, perfectamente comprobable en la actualidad después de los desperfectos sufridos por el terremoto del 11 de Mayo de 2011 que reposaría en un anillo labrado y ornamentado con dentículos y ovas . Un florón de madera dorado remataría artísticamente el centro de ella, cuyas dimensiones se adaptarían al hueco practicado.

DSC_3977(1) altar

 

Pilastras:

Las pilastras nuevas marcarían la pauta a seguir por las viejas, que se igualarían a estas nivelando su saliente como sigue. Siendo las pilastras que habían conformado el crucero y las de la Capilla Mayor más robustas que las pertenecientes a las capillas laterales a lo largo de la nave central, se optó en este momento por solucionar la atonía estética que implicaba un mayor resalte o cuerpo sobresaliente de las primeras. Así pues, en las pilastras de la nave principal y única, se adosaron, solo en su parte superior y hasta confluir con las apostas de los arcos de las capillas unas placas enlucidas. Esto explica que la parte inferior de dichas pilastras resulte totalmente lisa y ligeramente rehundida en proporción a la superior, la cual fue decorada, ya dentro del siglo XVIII, con cartelas enriquecidas con rocaille y espejos. Unas medias pilastras con basas y capiteles y “formaletes”  resaltados ocuparían las esquinas. Cornisas y capiteles armonizarían siguiendo el mismo orden y, como remate final de la obra, toda la Capilla Mayor iría enlucida y enlosada. El presbiterio tendría tres gradas provistas de mamperlanes de madera y tanto el altar mayor como los colaterales tendrían bastidores y peanas de madera.

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Detalle de Pilastras y Capilla con Retablo tras la restauración del año 2012

Cubierta:

La cubierta consistió en una bóveda de cañón con lunetos, donde se practicaron unos vanos que servirían de iluminación a la Iglesia. Encima de los arcos de las capillas laterales y al elevarse la techumbre se abrieron también unos vanos rectangulares que, dotados en el siglo siguiente de la respectiva decoración y rejas, se transformaron en pequeños balconcillos. Por esta ejecución Bentura percibió 600 ducados a condición de que estuviese terminada para dentro de seis meses, es decir, a finales de Julio de 1689.

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Cúpula

La cúpula de San Francisco de Lorca se ajusta con exactitud en su ejecución a las normas especificadas en el contrato. Como ya se ha dicho es una cúpula de media naranja rebajada que se apoya en un anillo sobresaliente adornado con dentellones y ovas. Ambos son lisos y la iluminación se consigue a través de unos óculos practicados en la misma cúpula que procede de las ventanas del cuerpo prismático que la cubre, ya que no es trasdosada.

Aunque en principio parece que no tenía decoración, es probable que el espacio en blanco fuese concebido para plasmar pictóricamente alguna escena panegírica de la Orden Franciscana al igual que sucede en las cúpulas pertenecientes a la Iglesia de Nuestra Señora de las Huertas y a la de la capilla del Rosario de Santo Domingo. A mitad del siglo XVIII se ejecutarán en pintura los trazos que reproducen nervios. A la etapa decorativa inicial responde el florón de madera dorada cuyas dimensiones debían adaptarse a las del hueco practicado en la cúpula para ello.

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Cúpula de la Iglesia tras la restauración del año 2012.

Pechinas:

Las pechinas muy probablemente estarían sin decorar en el siglo XVI y esta se realizaría en el siglo siguiente. Se resume en unas cartelas más bien oblongas, coronadas, circundadas por marco y enriquecidas por motivos vegetales que se proyectan en ondulantes movimientos a ambos lados. Las escenas representadas en cartelas, probablemente estuco policromado  aunque de iconografía variada, reflejan siempre símbolos importantes para la historia de la Orden Franciscana. Respectivamente, el anagrama de Jesús como soporte de un niño representado de pie y unido al sol radiado; la Purísima alzada sobre la media luna que, sirviéndole de peana, parece un trasunto del arco iris; el anagrama propio de la Orden o los dos brazos cruzados de Jesucristo y de su Fundador, y la heráldica propia de los Franciscanos en su calidad de Custodios de los Santos Lugares, resumen aquellas.

Capillas laterales:

Del contenido de sus capillas laterales se puede destacar, además de discretos retablos, lo siguiente:

– En la capilla de la Purísima, retablo barroco de 1746, las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, obra del escultor Francisco Salcillo.

– En la capilla del buen pastor, pinturas en banco y ático con escenas de la vida de la Virgen de estilo cercano al círculo de Ribalta.

– En la de la Inmaculada, un óleo con esta advocación del pintor Camacho Felices (1644-1716 ), fechado hacia 1700.

– En la de Santa Catalina, imagen de una Dolorosa, tal vez del taller de Roque López.

Finalización de la construcción:

-La construcción de la cúpula, a excepción de su decoración como se ha visto, significó la conclusión definitiva de la Iglesia del convento de San Francisco a finales del siglo XVII. Las obras de los años siguientes consistirían en la decoración y adorno de la Iglesia y de sus capillas, resaltando la ejecución de Retablos.

Posteriormente se ornamentará todo su interior con nuevos retablos y yeserías decorativas conservándose en el coro un órgano del S. XVIII reformado en 1826.

Se restauró entre 1985 y 1987, debido a su gran deterioro, sobre todo en la techumbre. El interior es de gran interés por el conjunto de retablos barrocos que alberga el testero. El Retablo Mayor es obra del escultor lorquino Ginés López en 1693 , habiendo sido restaurado en 1999. Los dos retablos del crucero son obra de Jerónimo Caballero en el S. XVIII, estando dedicados a San Antonio y a la Vera Cruz y Sangre de Cristo. El pequeño retablo del lado del Evangelio alberga la Imagen de la Santísima Virgen de los Dolores, titular de la Cofradía obra del escultor valenciano José Capuz en 1942.
En el Coro se conserva un Órgano del S. XVIII, aunque reformado en 1826. Se restauró entre los años 2006 y 2009, se inauguró el 26 de Mayo de este último año, siendo Presidente de La Hermandad de Labradores, Paso Azul, D. José Antonio Ruiz Sánchez. Cabe destacar que tras los movimientos sísmicos de mayo de 2011, fueron necesarias varias actuaciones para volver a recuperarlo.

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Órgano Barroco

Esta es la última de las entradas referentes a la construcción del templo y convento de San Francisco. Esperamos que estas publicaciones os hayan ayudado a entender y conocer la historia de esta edificación y en consecuencia, la de La Hermandad de Labradores.
Bibliografía:  
-“Lorca Barroca” Ed edit.um, SEGADO BRAVO, Pedro.
- Archivo de la Hermandad de Labradores, Paso Azul.
Texto: Juan Bautista Mateos.